Capítulo 03
Antes de dirigirme al observatorio, pasé por la universidad. Tenía que recoger el certificado de mi beca internacional. Ya estaba todo decidido.
Después, volví a casa.
Don Ernesto y doña Eugenia me esperaban con la mesa servida, rebosando cariño y entusiasmo. Al verme entrar, doña Eugenia se levantó de inmediato y me tomó de la mano con alegría:
—¡Vanesa, ya regresaste! ¿Tan rápido terminaron el trámite? ¿Dónde está Leandro?
—Le salió un tema urgente en la oficina. Tuvo que irse —respondí.
Ella frunció el ceño, molesta.
—Ay, este muchacho… Hoy es un día especial. ¿Tanto le cuesta dejar el trabajo por unas horas?
Don Ernesto soltó una risa tranquila.
—Bueno, que se enfoque en su carrera tampoco está mal. Ya están casados. La comida en familia puede esperar.
Doña Eugenia resopló, visiblemente inconforme.
Yo los miré, conteniendo las lágrimas. Esa escena tan familiar, tan cálida… dolía más que cualquier grito.
Tragué saliva y me armé de valor.
—Leandro y yo… no nos casamos. Hoy fui a dejar listos los papeles para estudiar en el extranjero. Me iré en unos días.
El gesto de doña Eugenia se congeló.
—¿Cómo que no se casaron? ¿Acaso Leandro te hizo algo? Leandro es terco, sí, pero contigo es diferente. Se nota que le importas, aunque no lo diga. —Hizo una pausa—. —Vanesa, tú lo ayudaste tanto… —continuó con la voz entrecortada—. Aprendiste psicología solo para poder estar a su lado, para calmar sus ataques. Todos vimos tu cariño por él. Se aman, deberían estar juntos. Y tú sabes que esa Clarisa nunca fue una buena persona. No podemos dejar que ella se meta entre ustedes otra vez.
—Eso es —intervino Don Ernesto, con un gesto firme—. Leandro solo necesita un empujón. Si se casan, con el tiempo lo entenderá. Entrará en razón.
Todo eso… ya lo había oído antes. Las palabras eran idénticas. En mi otra vida, también intentaron convencerme así. Y al final… lo único que logramos fue que todos nos arrepintiéramos.
Tomé la mano de doña Eugenia con suavidad.
—Escúchenme, por favor. No quiero hacerlos enojar, pero es hora de aceptar lo que es. Leandro… nunca me ha querido. Ni un poquito. —Bajé la mirada y forcé una sonrisa—. Anoche soñé que me casaba con él. Pero en ese sueño, él me evitaba todos los días. Se enfermó por estrés. Le cocinaba y se negaba a comer. Se enfermaba… y no me dejaba acercarme. Me decía que estar conmigo le causaba más dolor que felicidad. — Tragué saliva con fuerza—. Y luego… en su cumpleaños número treinta, dio su vida por salvarme. Un camión. Mucha sangre. Demasiado.
Doña Eugenia se quedó helada.
—Eso… solo fue un sueño, Vanesa. No puedes tomártelo así…
Me limpié las lágrimas antes de que cayeran, y sonreí, aunque me dolía todo.
—Puede que sí… pero también puede ser una advertencia. Yo no quiero que seamos pareja. Solo quiero que él tenga una vida larga, sana y feliz. —Los miré a los dos, directo a los ojos—. Leandro ama la música. Detesta los negocios. Odia seguir caminos impuestos. Si no fuera por esa herida en la mano, habría sido pianista. Y si no fuera por la presión de ustedes… nunca me habría considerado para casarse. Todo esto… comenzó conmigo. Fue mi error. Y no quiero seguir equivocándome. Ya tomé la decisión. Me voy a estudiar afuera. Pero todo lo que han hecho por mí, lo llevaré siempre en el corazón. Siempre los voy a cuidar.
Doña Eugenia se limpió las lágrimas a escondidas.
—Eres una buena chica, Vanesa… Leandro no tuvo la suerte de merecerte.
La abracé con fuerza, con los ojos llenos de emoción.
—No pasa nada. Si no puedo ser su nuera… déjenme ser su hija. Yo igual voy a estar aquí para ustedes.
Ambos sonrieron con tristeza. Pero esta vez, me dieron su bendición.
Suspiré aliviada. El segundo arrepentimiento de Leandro… estaba saldado.
La máquina del tiempo solo me permitía quedarme treinta y seis horas.
Y ahora… solo me quedaba cumplir su último deseo.
Caía la noche cuando llegué sola al observatorio, el mejor lugar para ver la lluvia de estrellas. Apoyé las manos en el barandal, con el corazón latiendo despacio, esperando…
No sé qué esperaba. Quizá, que, por una vez, el destino no me rompiera otra vez.