Capítulo 01
—Mis padres amenazaron con quitarse la vida, si no me casaba contigo… Vanesa Suárez, qué bien juegas tus cartas. Pero, aunque nos casemos, ¿qué crees que vas a ganar? ¿De verdad crees que esto va a funcionar?
Abrí los ojos de golpe. Y ahí estaba él, Leandro Fuentes, de pie frente a mí. Vivo.
Con las manos metidas en los bolsillos de su pantalón de vestir, me miraba con esa mueca burlona que le conocía tan bien. No era el Leandro maduro, sobrio y contenido que había muerto por mí. Este era el de hace diez años: joven, arrogante, con ese aire desganado que tanto me enamoró cuando todo comenzó.
Sentí un nudo en la garganta.
La máquina del tiempo había funcionado, pero hubo un error. No volví al inicio, al momento en que lo conocí… sino al día en que íbamos a casarnos.
Por suerte, aún no era tarde; aún podía corregir el destino.
Contuve las ganas de llorar y me quedé mirándolo como una tonta, como si intentara retener cada detalle de su rostro.
—Leandro… No quieres casarte conmigo porque la mujer que de verdad amas es Clarisa Guzmán, ¿cierto?
Algo en él se tensó, solo por un segundo, pero lo noté.
—¿Y si fuera cierto? Ya estamos frente al registro civil. ¿Crees que ahora puedo cambiar de idea?
—Sí —respondí sin dudar.
Él se echó a reír, esa risa cínica que siempre usaba cuando no sabía cómo defenderse.
—No tengo tiempo para tus jueguitos. Firma de una vez y salgamos con esos papeles. Te espero afuera.
Dicho esto, se dio media vuelta y se fue sin mirarme.
Me quedé ahí, clavada al suelo, sintiendo cómo una espina invisible se me enterraba en el pecho.
Había amado a Leandro Fuentes por dos vidas.
En la anterior, me salvó dos veces, y yo, tonta, creí que era porque sentía algo por mí.
Incluso sus padres me lo dijeron con total seguridad:
—Leandro es duro de palabras, pero blando de corazón. Si no te amara, ¿por qué habría arriesgado su vida dos veces por ti?
Y yo… les creí. Me lancé al matrimonio como si fuera un sueño cumplido.
Hasta que Clarisa murió y entonces lo entendí todo. Ese «ojalá nunca te hubiera conocido» fue el golpe final. Una verdad imposible de ignorar.
Mi amor de diez años… fue su tormento durante el mismo tiempo.
Antes de activar la máquina del tiempo, un chamán me lo advirtió: solo cortaría el vínculo kármico si cumplía con los tres grandes arrepentimientos de Leandro.
Solo así él no moriría a los treinta por mi culpa. Solo así ambos podríamos rehacer nuestras vidas sin cargar con esta maldición.
Tomé el formulario de matrimonio. Y, decidida, escribí el nombre de Clarisa Guzmán.
Lo recuerdo con claridad. En su diario, Leandro había escrito:
«Me arrepiento de haberme casado con Vanesa Suárez. Me arrepiento de no haber desobedecido a mis padres. Me arrepiento de no haber salvado a Clarisa Guzmán.»
Hoy, el primer arrepentimiento ya acababa de ser saldado.
Pensando en esto, salí con los dos certificados de matrimonio en la mano.
Leandro me esperaba en la entrada del edificio.
Al verme, tomó uno de los documentos sin pensarlo. Pero, cuando iba a abrirlo, curioso, le sujeté la mano, deteniéndolo.